Jone Alaitz Uriarte: Cristina Iglesias. Cuando lo soñado toma presencia

Jone Alaitz Uriarte Metonimia Cristina Iglesias MNCARS

JONE ALAITZ URIARTE

Cristina Iglesias. Metonimia. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Del 6 de febrero al 13 de mayo del 2013

Pasearse por los diferentes espacios, adueñarse de ellos,  perderse en sus laberintos y caer en mil ensoñaciones. De esto y de mucho más es capaz la escultura de Cristina Iglesias (Donostia, 1956), una obra que se expande hasta convertirse en espacio, refugio y laberinto en partes iguales. Juega con la línea vertical, a través de las altas paredes vegetales, con la misma destreza que con la horizontal, cuando la pieza se incrusta en el piso y sale una hermosa fuente de ella. La materia en manos de Iglesias se convierte en poesía y  nosotros somos los encargados de darle la precisa entonación.

El MNCARS le dedica una gran retrospectiva a la escultora donostiarra que recorre a través de medio centenar de piezas  las obsesiones de la artista a lo largo de tres décadas de intenso trabajo. La de Iglesias es una obra poética, una obra que se planta en el espacio para ser leída, interpretada y vivida por el espectador. Tras atravesar el impresionante techo suspendido que nos da la bienvenida,  en la segunda sala del edificio Sabatini, separadas por tonalidades -dorado, rojizo y verde marino-, se encuentran colocados de manera majestuosa los grandes módulos de celosía. Estos, como verjas caídas del cielo, parten el espacio y lo dividen, funcionan a modo de enrejados, delimitando el paso y creando laberintos que juegan entre la luz y la sombra. Si miras a través de los espacios calados del tablero, empiezas a distinguir letras, al principio torpemente  y después con más acierto. Las letras van creando palabras y estas se convierten en frases, hileras de palabras que parecen jeroglíficos, un alfabeto genuino, un nuevo lenguaje por descubrir. Inconscientemente adquieres el rol de descodificador de mensajes ocultos, esos mensajes que la artista ha colocado ahí para ti. Poco después te das cuenta, no sin asombro, que a través de estas celosías armadas puedes leer pasajes de Beckford, Huysmans o Roussel. Literatura monumental.

Cristina Iglesias piensa la escultura en sentido amplio, por eso la atmósfera que se crea a lo largo del itinerario convierte este paseo en un recorrido sensorial. La luz que entra desde el jardín del antiguo convento hoy convertido en Museo, se cuela por las ventanas y complementa el conjunto de esculturas que plácidamente descansa en el pavimento de la sala. Continúas con el recorrido y descubres otra sala con objetos dispersos, esta vez anclados a las paredes y que funcionan a modo de cobertizos. La metáfora de refugio es un concepto que prevalece en la obra de Iglesias. Con materiales dispares como el alabastro, el fibrocemento, el cristal  y el metacrilato de color, la escultora construye instalaciones que juegan a ser efímeras construcciones donde salvaguardarte. La luz nos enseña los matices del alabastro, mostrándonos las formas orgánicas subyacentes bajo este material. Otra de las esculturas que propone, una combinación de bloques hecha de hormigón y  revestida de metacrilato azul, parece una composición megalítica,  una cabaña primigenia donde buscar protección.

Jone Alaitz Uriarte Celosía Cristina Iglesias

La Habitación vegetal III la conforman dos paredes verticales y paralelas que recubiertas de polvo de bronce, resina de poliéster y fibra de vidrio, crean pequeñas formas orgánicas adheridas a la pared, con un mimetismo exquisito. Te fijas en el acabado de la pared, tocas disimuladamente esperando que nadie te vea y sientes en tu mano las imperfecciones y la rugosidad del material, parece que estás en una cueva, un sitio que se vuelve cada vez más oscuro y donde el agua y sus minerales han ido moldeando y puliendo esas formas porosas.  Las sensaciones se te reproducen y se multiplican. ¿Cuándo pudo la escultura provocarte tantas emociones?

Continuamos y damos con un pequeño descansillo. Las paredes de esta sala están ocupadas por largas piezas serigrafiadas en cobre. En estas planchas se alzan casas, espacios domésticos de diferentes tipologías arquitectónicas donde sus muros están hechos con los materiales que acabamos de ver: una pared de generoso follaje que se funde con otra de alabastro, una celosía que crea ángulo con otra pared de hormigón y metacrilato. En estas piezas lo natural y lo artificial se funden entre sí, creando unas referencias que caminan entre  lo real y lo onírico. Estas arquitecturas, abiertas y espaciosas, me recuerdan a las construcciones de Pompeya, esas casas bajas de plano cuadrado que se abrían a patios y jardines bucólicos, muy parecidas también a la pintura de Juan Navarro Baldeweg y a sus Casas Romanas. Cristina iglesias construye con estas obras sus lugares experimentales.

Subes una leve cuestita hipnotizada por el rumor del agua. La luz del mediodía irrumpe en la habitación blanca y las rejas de la ventana peinan la sombra que se proyecta sobre la fuente que Iglesias ha instalado en el  piso. Un cuadrado perfecto perfora el suelo, como en las pequeñas fuentes árabes que se multiplican en la Alhambra. El agua se desliza suavemente sobre dos alfombrillas vegetales llenas de hojas que podrían haber sido arrastradas hasta allí por un viento imposible e invisible. El líquido translúcido recorre su corto trayecto hasta caer por un pequeño precipicio y perderse en la profundidad. El agua como material, una substancia que en manos de Cristina Iglesias se puede moldear y adquiere la forma deseada.

Seguimos andando y pasamos por las maquetas y reproducciones de las esculturas públicas que la artista está realizando en Toledo y  Amberes.  A nuestro paso también dejamos atrás algunas piezas de la década de los ochenta, que hechas en acero corten se adhieran a la pared de la misma manera que lo hacían las pequeñas piezas arquitectónicas -balcones, verjas y barandillas- que Juan Muñoz descontextualizaba y esparcía por las salas de los museos.

Por último, y para salir de este onírico paseo, nos asomamos a una de las salas donde Iglesias repite la composición de las celosías,  pero esta vez a través de unos corredores suspendidos. Sin ser fiel a ningún  material, para este conjunto de estancias la escultora se vale del hierro dulce trenzado en un simulacro de convertir un material tan difícil como el hierro en una fibra moldeable y doblegada a los deseos de quien lo funde.  Aquí, más que nunca, tenemos la sensación de estar perdidos en un laberinto semántico, dándonos de bruces con las palabras que se prologan a lo largo y ancho de estas jaulas y siendo testigos de la presencia física de las propias piezas. Sin duda alguna Metonimia en un agradable paseo por el universo de significados y formas de Cristina Iglesias.

Jone Alaitz Uriarte Cristina Iglesias Museo Reina Sofía Metonimia

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Jone Alaitz Uriarte (Arrasate, Guipúzcoa, 1986) es licenciada en Filosofía y gestora cultural. Ha colaborado en distintas instituciones culturales y actualmente trabaja en el Instituto Cervantes en la gestión y coordinación de exposiciones.

Imágenes: Cortesía del MNCARS / Jone Alaiz Uriarte.

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